domingo, abril 24, 2016

"Penúltimo poema del fútbol", de Bernardo Canal Feijóo

Selección




Paréntesis

(Está ya dicho que en el principio fue la acción, no el verbo,– y hay que agregar: que la acción inicial fue indudablemente la patada, según se induce del modo como andan las cosas.

Robustecida, hoy, la voluntad del hombre, en el largo ejercicio de las rebeldías de su exilio paradisíaco, verbo y acción tienden a hacerse simultáneos en la expresión de su alma,-y sólo en la patada se regocija, y consigue la síntesis esférica su genio.

La más profunda convicción, la conciencia final, la que logra la materia desubstanciada, amarga y triste, de las cosas, determina la patada. Por esta suprema y obscura alcurnia, la patada no es nunca obcecada o dramática com la trompada, por ejemplo, que en el hombre corresponde a la sórdida coz de las bestias, sino descreída o irónica, o, a lo sumo, bella y fatalmente brutal, pero siempre aplicable de una manera desajustada y heterodoxa, como conviene al canon. "Una patada en", es algo que tiene todas las salidas imaginables.

Tras el minuto de embriaguez, toda cosa gozada merece, más o menos, la patada. Y ello, no tanto por una innecesaria razón de ingratitud, cuanto porque a los hombres capaces de una succión desatentada de las cosas, se impone el deber de animarlas después con distinto sentido para no vampirizar demasiado en la vida. Una patada es siempre algo que abre una puerta a un más allá insospechado.



La tarde y las naranjas

En la perfecta madurez la tarde, las naranjas aparecen, en efecto, como el franco sazonado de la tarde madura.
Y en la apoteosis de la tarde gloriosa, la victoria ofrendada en cada naranja al beso del labio reseco de los jugadores, un seno virginal y pletórico!
Depositada en su cráter, es el cáliz encendido y meduloso de la tarde potente, preparado para el solo rito de ser levantado entre las manos y expuesto a una vehemente succión de la boca, como en el acto en que se obrara la profana comunión de las tardes del estadio.



Patadas…

Al arco:–

El arquero esperaba de rodillas la pelota que corría hacia él como el niño que comienza a caminar y se precipita. Parecía que iba a darle un beso desalado sobre la mejilla sucia…



Patada:–

La pelota salió como desenterrada.

La pelota iba acalambrada en el efecto, y al botar cayó desmayada de espaldas. El jugador acudió en su socorro.–

Pitadas fugaces y nerviosas del réferi, como gusanos de
luz perdidos en la luz…

(El sudor comenzaba a fijar en la tarde los uniformes al aguafuerte).



Al arco!–

Hay un secreto y húmedo entendimiento entre el
arquero y la pelota).

La pelota, llena de la congoja del patadón cruel del jugador, se refugió en el vientre del arquero, que pareció envolverla en el consuelo de una dialéctica intestinal, toda desordenada y revuelta de ternuras y amenazas, con una mirada dura clavada sobre el jugador…



Hands!... Hands!...

No podía ser…
En el tumulto
De brazos chamuscados de gritos,
Nadie veía que no podía ser
“Mano!,”
De aquel jugador que era un cuadrúpedo
Casi “sin metáfora”.–



Ansiedad

(El juego se agolpaba contra unos de los arcos, como en un peloteo a la pared. El arquero tenía ya empastelados los ojos, y aunque volvía las espaldas en las contorsiones bruscas, quedaba siempre mirando de frente como un búho idiota…)



Córner

Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida.

Como de un lejano horizonte
Se levanta la pelota del córner,
Abriendo su vuelo de serpentina...
Se encoge la guardia de los jugadores
Y ajusta el paredón del gol.
Entonces,
Entre las frentes endurecidas,
Una frente,
Aristada de voluntad
En un salto más alto que ninguno,
Quiebra como un florete
El acero flexible de la parábola del córner...



Réferi

El réferi husmeaba todo, estaba empeñado en revertirlo todo hacia sí, en sorprender las delanteras sin darse mucho afán, con una judiciaria propensión a descubrir la falta, a aplicar sus sanciones de pito solemne.

(Va, vuelve;–-tiene una carrera entorpecida de una contracarrera, con estacatos de cardíaco, o de palmípedo doméstico, que pretende seguir el volatín aéreo de los pájaros, y larga tres pasos torpes de tony botinudo.)



Patada!...

La pelota se disolvía como un cálculo
hepático al hundirse en el óleo celeste.



Fútbol de mujeres

No podía prosperar el partido…
La pelota se apesantaba, se enmelaba.
En los muslos,
En los senos
En las caderas
En el vientre,
Con una galantería solapada
Y aprovechona…

Y los choques trataban a los jugadores en un abrazo lésbico
inaceptable…

En el medio tiempo, como en una alcoba reservada, todas ellas se oblaban al descanso vigoroso sobre el césped del estadio…

La muchedumbre se agolpaba a sus propios ojos, como al ojo de la cerradura, para fisgar el holocausto orgiástico…



Epílogo

La tarde se dispersaba
Sin ninguna apoteosis.

La fatiga de la jornada
Hallaba blanda
La cabalgata de la sombra…

La muchedumbre
Había perdido su himno
Como las nubes después de la tormenta,
Y tenía un desparramo ancho de nubes…

Todo el polvo agitado de la tarde
Asentaba sobre la ciudad,
Con algo de vapor de insensatez
Que se enfría.
(Patadas lejanas)

En lo alto, un pájaro negro,
Lleno de gracia,
Sorteaba la última alegría…

Los árboles se alineaban en su acera
Para balconear la retirada.

(Oculto en la fronda,
Vindicativo, un pajarillo granuja,
Devolvía a la multitud
Su más infamante silbatina).

Hasta que la noche
Crispó en la Ciudad,
Como su sexualidad,
El collar de ganglios de las luces.


1924








Publicado por El Suri porfiado Ediciones, 2008













Contribución a DscnTxt de Héctor Delgado, capo y hermano de 
la Librería Los Siete Pilares, ubicada en calle Florida, Buenos Aires






















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