El
lugar y la fecha en que nació se desconocen.
Era
pintor, poeta y músico.
Los
poemas venían por sí mismos,
los
cuadros se pintaban solos y las melodías
que
le sacaba a su flauta también.
La
materia misma estaba ya fijada
aunque
él nunca sabía cuál sería
el
resultado de todo eso.
Después
de 40 años de trabajo sostenido
sólo
buscaba la creación de ciertas “atmósferas”,
ya
que lo único que tardaba en alcanzarlo
era
la muerte a la que esperaba ansioso
porque
sabía que su espíritu se consumía
en
el torbellino de su inquieta imaginación.
¿Y
para qué pintar un paisaje o poner
en
palabras o notas las secuencias de un ritmo?
¿Por
qué había que imitar la música
del
arroyo desbordado o en calma?
Una
noche hizo una fogata en la que destruyó
toda
su obra, y tomando a su flauta por los extremos
la
quebró secamente golpeándola contra una roca.
Al
otro día abandonó su aldea
y
durante diez inviernos se convirtió en vagabundo.
Cuando
ya era un anciano, el gobierno del Emperador
le
consiguió un ínfimo cargo en un Teatro Imperial
donde
se representaban dramas y comedias
al
gusto de la época. Ahí experimentó la frustración
ya
que sus años de vagabundeo lo habían alejado
para
siempre de la vida mundana.
Murió
al caer de un caballo
en
la entrada de unas termas adonde los actores
iban
a tomar sus baños medicinales.
en La cobra rubia, 2013
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