A Patricio Navia, Chicago,
1993
quiero atestiguar, hermano,
que no hay consuelo en estos días
(por la ciudad navegan
silenciosas e inquietantes
como antiguos barcos de
madera
ciertas sombras en
silencio)
de los techos y los rieles
se soltaron los notarios
y se fueron erogando
como pájaros calientes
del estío de Chicago
sus graznidos implacables
repartidos en sus actas
de muertes certificadas
(por la ciudad navegan
silenciosas e inquietantes
como antiguos barcos de
madera
ciertas sombras en silencio)
ya llegaron, hermano,
de lejos las hordas
de lunas hambrientas
de seres leprosos
a esconderse en las camas
y en los whiskies nocturnos
a chuparme el alivio
de las risas y el trigo
es la señal, ya ha sonado
y el corno me llama
di a nuestra madre, hermano,
que de capitán me embarco
en el último navío
hacia las costas perennes
de los besos soñados
hacia las playas brumosas
de la gran Furdustrundi
donde me esperan skraelings
vestidos de versos y magia
de historia y leyenda
de muerte y de nada
(de la ciudad se alejan
silenciosas e inquietantes
como antiguos barcos de
madera
ciertas sombras conmigo en
la mirada).
en
Viaje en dos jornadas, 2011
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